Cuando vamos a desarrollar un nuevo producto o servicio el orden de trabajo debería ser el inverso al que habitualmente recurrimos.
Debemos empezar definiendo y diseñando la experiencia que se le quiere dar al cliente y a partir de ahí, trabajar hacia atrás hasta llegar a definir la tecnología a usar para poder dar esa experiencia.
Y como iniciamos por el diseño, también hay que empezar definiendo el cuidado de los datos personales, que privacidad buscamos brindar; y definiendo la seguridad deseada, que tan seguro queremos que sea el producto o servicio.
Teniendo todo esto en mente desde el diseño, vemos si la tecnología que se requiere existe. Si existe, debemos analizar si la tenemos adquirida (comprada o aprendida) o si es necesario adquirirla; y si no existe deberemos desarrollarla.
Al trabajar en este sentido “inverso” nos aseguramos que estas consideraciones se trabajan desde el diseño y estarán por defecto embebidos en la tecnología que usemos para nuestro producto o servicio.
Se dice fácil, pero no se hace de manera tan simple dado que estamos acostumbrados a trabajar distinto, es un ejercicio constante contra nuestras costumbres.