Yo me pregunto porque ultimamente me encuentro con tanta gente obsecuente en sus trabajos.
Me refiero a personas, muchos de ellos técnicos o por lo menos personas especializadas en su campo laboral, desde administrativos hasta profesionales, que acatan u obedecen ordenes sin siquiera cuestionarlas estando en desacuerdo con ellas.
Sus superiores ordenan y ellos cumplen. Este es un estilo de gestión que yo reconozco que funciona en tres tipos de organizaciones, El Ejercito, La Iglesia y La Mafia; no las estoy comparando entre sí, sino que estoy diciendo que se cumple una orden sin cuestionarla porque viene de un superior.
Pero en una empresa u organización comercial esto no parece ser una buena forma de gestión, aquellos que reciben y obedecen sin pensar y por lo tanto los que ordenan y esperan que se obedezca sin cuestionar convierten a las organizaciones en miopes, empresas con una visión que no supera la punta de su nariz y por consiguiente destinada en el mediano plazo al fracaso.
Es mucho más provechozo para las empresas que las personas al discrepar con algo lo digan, informen su punto de vista y el porque de su opinión.
Esto no quiere decir que tengan razón, siempre es mejor dar tu punto de vista y que a quién le corresponda tenga así mejores elementos para decidir.
El o ella podrán mantener el requerimiento tal cual, porque están en desacuerdo, porque entienden los argumentos pero ellos disponen de otra información que sostiene su pedido, o simplemente porque consideran que es lo mejor.
Pero si un técnico o especialista hace lo que se le ordena sin cuestionar estando en desacuerdo, entonces es tan responsable del resultado obtenido o de un problema si ocurriese como quién toma la decisión de hacer tal o cual cosa.
Es responsabilidad de todos hacer que las empresas tengan una visión a largo plazo, de que los ojos de esta estén puestos en el horizonte y no en la punta de su propia nariz.
Valorar los conocimientos y la experiencia de las personas con las que trabajamos es un factor fundamental que definen a un buen jefe. Escuchar, razonar, entender y aceptar la posición de otros para poder utilizarla en la toma de decisiones es otra característica importante, que debe sin lugar a duda ir acompañada de la confianza, en ambos sentidos, necesaria para realizar las tareas de la mejor forma posible.
Me refiero a personas, muchos de ellos técnicos o por lo menos personas especializadas en su campo laboral, desde administrativos hasta profesionales, que acatan u obedecen ordenes sin siquiera cuestionarlas estando en desacuerdo con ellas.
Sus superiores ordenan y ellos cumplen. Este es un estilo de gestión que yo reconozco que funciona en tres tipos de organizaciones, El Ejercito, La Iglesia y La Mafia; no las estoy comparando entre sí, sino que estoy diciendo que se cumple una orden sin cuestionarla porque viene de un superior.
Pero en una empresa u organización comercial esto no parece ser una buena forma de gestión, aquellos que reciben y obedecen sin pensar y por lo tanto los que ordenan y esperan que se obedezca sin cuestionar convierten a las organizaciones en miopes, empresas con una visión que no supera la punta de su nariz y por consiguiente destinada en el mediano plazo al fracaso.
Es mucho más provechozo para las empresas que las personas al discrepar con algo lo digan, informen su punto de vista y el porque de su opinión.
Esto no quiere decir que tengan razón, siempre es mejor dar tu punto de vista y que a quién le corresponda tenga así mejores elementos para decidir.
El o ella podrán mantener el requerimiento tal cual, porque están en desacuerdo, porque entienden los argumentos pero ellos disponen de otra información que sostiene su pedido, o simplemente porque consideran que es lo mejor.
Pero si un técnico o especialista hace lo que se le ordena sin cuestionar estando en desacuerdo, entonces es tan responsable del resultado obtenido o de un problema si ocurriese como quién toma la decisión de hacer tal o cual cosa.
Es responsabilidad de todos hacer que las empresas tengan una visión a largo plazo, de que los ojos de esta estén puestos en el horizonte y no en la punta de su propia nariz.
Valorar los conocimientos y la experiencia de las personas con las que trabajamos es un factor fundamental que definen a un buen jefe. Escuchar, razonar, entender y aceptar la posición de otros para poder utilizarla en la toma de decisiones es otra característica importante, que debe sin lugar a duda ir acompañada de la confianza, en ambos sentidos, necesaria para realizar las tareas de la mejor forma posible.