Cuando vamos a desarrollar un nuevo producto o servicio el orden de trabajo debería ser el inverso al que habitualmente recurrimos. Debemos empezar definiendo y diseñando la experiencia que se le quiere dar al cliente y a partir de ahí, trabajar hacia atrás hasta llegar a definir la tecnología a usar para poder dar esa experiencia. Y como iniciamos por el diseño, también hay que empezar definiendo el cuidado de los datos personales, que privacidad buscamos brindar; y definiendo la seguridad deseada, que tan seguro queremos que sea el producto o servicio. Teniendo todo esto en mente desde el diseño, vemos si la tecnología que se requiere existe. Si existe, debemos analizar si la tenemos adquirida (comprada o aprendida) o si es necesario adquirirla; y si no existe deberemos desarrollarla. Al trabajar en este sentido “inverso” nos aseguramos que estas consideraciones se trabajan desde el diseño y estarán por defecto embebidos en la tecnología que usemos para nuestro producto o ser
El viaje del cliente también está cambiando a nivel del cliente. Parece una redundancia pero no lo es. Los viajes del cliente siempre han sido diseñados por la marca para el cliente y componen la pieza central de la gestión de la experiencia; pero esta realidad cambia y se va conviertiendo ahora en experiencias dirigidas por el cliente y orquestadas de manera inteligente por herramientas con componentes de IA. Los algoritmos predicen el siguiente paso, el recorrido se auto genera personalizado y el control de ese mapa de viaje completo se pierde. Si así es, estas herramientas están poniendo a los clientes en el asiento del conductor de ese viaje y las marcas deben cambiar el paradigma porque ya no se consturyen ni siguen mapas de viaje predefinidos. Al final de cuentas, quien diseña y decide la ruta, el vehículo y la velocidad es el cliente. La gestión de estos recorridos tendrán un viraje brusco para las marcas y como le dijo Cypher a Neo "ajusta tu cinturón Dorothy, porque Kansa